Friday, July 21, 2006

Teorema Lúdico del Triángulo Amoroso Perpetuo

"Ya lo ves,
que no hay dos sin tres"
A. Sanz

Tómese como axioma la siguiente proposición: Toda relación de pareja (desde el matrimonio más consagrado hasta el más casual de los arrejuntes, y todos sus derivados) es, en realidad, un triángulo amoroso que, como tal, cuenta con tres vértices:

La cúspide es un individuo, generalmente del género fémenino con cualquier característica de mujer atractiva que el lector tenga a bien otorgarle, a quien llamaremos la caraja En torno a ella surgen los otros dos elementos del triángulo. El primero, más cercano al vértice principal es a quien llamaremos el mamagüevo. El segundo, que lo cierra, es a quien podríamos denominar el bueno de la película, pero que para los efectos del teorema llamaremos simplemente el güevón.

La aplicación del teorema es, en apariencia, sencillo, y se limita a la concepción clásica del triángulo amoroso, materializado innumerables veces en el arte y la historia. Carmen (la caraja); Don José (el güevón) y Escamillo (el torero mamagüevo); Carlota (la caraja), Werther (el güevón) y Alberto (El abogado mamagüevo); Madame BOvary (no sólo la caraja, sino además LA PUTA); Charles Bovary (el pobre güevón) y los innumerables mamaguevos amantes de aquélla; M (La caraja), D (yo, el güevón) y F (EL GRANDISIMO MAMAGÜEVO). entre muchos otros ejemplos.

El funcionamiento es, entonces, el siguiente: la caraja y el mamagüevo sostienen una relación. Generalmente el triángulo sucede en la fase inicial, cuando el mamagüevo está, como se diría popularmente, "cayéndole" a la caraja y es, en apariencia, correspondido por ésta. Es entonces cuando aparece el güevón: un individuo que acumula en sí mismo las virtudes y los elementos que en realidad necesita la caraja para ser feliz, pero ella no lo nota, pese a que el hace todo lo que está a su alcance, voluntaria e involuntariamente, para hacerse notar. La relación entre la caraja y el güevón puede ser de muy diversa índole: desde simplemente conocidos (e incluso desconocidos) hasta los mejores amigos, amigos con derecho o "hermanitos", una denominación generalmente DETESTADA por el susodicho güevón.

Este teorema, en apariencia de funcionamiento sencillo, se complica a partir de tres elementos: la interacción, las consecuencias y la perpetuidad del triangulo.

La interacción entre los tres individuos del teorema se materializa de distintas maneras. El güevón y el mamagüevo pueden ser los dos mejores amigos que rompen su amistad por una caraja o pueden ser acérrimos enemigos que emplean las tácticas más sucias con tal de "soplarle el bistec" al oponente. También puede darse el caso de que sean dos individuos desconocidos que, en otras circunstancias, habrían podido ser incluso amigos pero que el destino puso a pelear por la caraja.

Por otra parte, las consecuencias en los tres individuos son claras. EL mamagüevo lo seguirá siendo y seguirá demostrando perpetuamente su superioridad sobre el güevón, quien, a su vez, dadas sus características psicológicas, caerá en profundas depresiones y/o arrecheras, hasta el punto de desear fervientemente la muerte del mamagüevo con la vana esperanza de pasar a ocupar su lugar. Por último, la caraja (mujer al fin) es absolutamente impredescible: así como puede alejarse del güevón con la excusa de "no querer hacerle daño", puede tener momentos de vacilación en los que el corazón le diga que su lugar está al lado del güevón que está babeado por ella y no del mamagüevo que tiene ahora al lado.

Pero el punto más delicado y que merece más atención del teorema es el hecho de la perpetuidad del mismo. Es el caso que nunca se encuentra un triángulo sólo, sino rodeado cubierto y colocado sobre otros en los que los tres vértices cambian, según sea el caso, de denominación. Así pues, mientras el guevón del Triángulo A está babeado por la caraja que está pendiente del mamaguevo, él mismo pasa a convertirse en el carajo por el que está babeada la guevona del Triángulo B (nótese que también ocurre el caso inverso), para el cual, la caraja del Triángulo A se convierte en la mamagüeva. Y se reproducen así triángulos superpuestos y encadenados ad infinitum.

Así pues, estimado lector, concéntrese en determinar en qué triángulo se ubica usted como mamagüevo y deje de ser el güevón que está babeado por la caraja a la que sólo le interesa el otro mamagüevo. De esta manera, contribuirá usted a que este nefasto teorema no se compruebe y los triángulos infinitos y eternos se rompan Amén.

NOTA DEL AUTOR: EL término "lúdico" tiene un carácter puramente nominal, derivado del apellido del descubridor del teorema (Ludo)y, bajo ninguna circunstancia, busca ser considerado sinónimo de "juego", como podría pensarse por su etimología ya que, como bien sabemos, estos nefastos triángulos no son, en lo absoluto y bajo ninguna circunstancia, cosas con las que se puede jugar.

4 Comments:

At 7/22/2006 3:30 PM, Blogger Mace said...

De hecho hay un punto. El punto debil del teorema es que pretende adjudicar la responsabilidad de la "mala suerte" del güevon con la caraja en un mamagüevo que probablemente no sepa que de hecho alguien considera que esta en el medio, o que ni siquiera sabe que ese otro existe.

Si bien es cierto que en muchas ocasiones siempre hay tres, habria que profundizar más sobre las actitudes y roles de cada uno y de esa forma perfeccionar el teorema. Porq de esta manera pareciera quedar de esta forma: la caraja es la "bimbo" gringa que no sabe donde esta parada o (en tus palabras) lo que es mejor para ella, el mamagüevo es un tipo que solo se ve para ahi a verse lindo y por eso la caraja lo busca, y el güevon es un cientifico nobel que conoce las verdades del mundo y que, de hecho, se merece el titulo de "güevon" por andar detras de una caraja que (aparentemente) no vale la pena.

gracias por la visita, btw ^^

 
At 7/24/2006 9:33 PM, Blogger algarcia said...

La verdad es que esl teorema me parece de lo mejor, es algo super real. La superposicion si la pongo en duda, cada vertice del triangulo A no esta obligatoriamente conectado con algun otro triangulo. Aún asi, me encanta la geometria y resolver triangulos es mi parte favorita, pero geometricamente es inviable mi solucion de diario a este triangulo: TE TOCA SER GÜEVON Y MAMAGÜEVO A LA VEZ! De otra forma pierdes el juego.

 
At 6/21/2007 3:18 PM, Blogger Magiqus said...

jajajajaja tu teorema me parece, además de gracioso, irónico, y bien planteado, increíblemente acertado, y ésto puede observarse en la cantidad de carajas que se sintieron tan tocadas que necesitaron agredirte para distanciarse del espejo que les pusiste por delante. Personalmente no estoy siendo en éstos tiempos el guevon de ningún triángulo (ésto lo aclaro por si alguna caraja piensa que hablo de puro frustrado), pero soy consciente de que los roles de mamagüevo y güevon nos caen en una alternancia infinita que difícilmente podemos evitar.

 
At 10/19/2008 10:13 PM, Blogger Juan said...

"...Es penoso advertir el desamparo de calor femenino en que han solido vivir los pobres grandes hombres. Diríase que el genio horripila a la mujer. Las excepciones subrayan más la plenitud del hecho. Este, que es de suyo palmario, resulta más hiriente si se hace en él una operación de multiplicar exigida por la realidad.
Me refiero a lo siguiente: en el proceso del amor es preciso distinguir dos estadios cuya confusión enturbia desde el principio hasta el fin la psicología del erotismo. Para que una mujer se enamore de un hombre, o viceversa, es preciso que antes se fije en él. Este fijarse no es otra cosa que una condensación de la atención sobre la persona, merced a la cual queda ésta destacada y elevada sobre el plano común. No tiene aún tal favor atencional nada de amor, pero es una situación preliminar a él. Sin fijarse antes, no ha lugar el fenómeno amoroso, aunque puede éste no seguir a aquél. Claro es que la fijación crea una atmósfera tan favorable a la germinación de entusiasmo, que lograrla equivale normalmente aun comienzo de amor. Pero es de suma importancia diferenciar ambos momentos, porque en ambos rigen principios diferentes. Un buen número de errores en psicología del amor provienen de confundir las calidades que «1laman la atención» y, por tanto, destacan favorablemente al individuo, con aquellas otras que propiamente enamoran. Las riquezas, por ejemplo, no es lo que se ama en un hombre; pero el hombre rico es destacado ante la mujer por su riqueza. Ahora bien: un hombre ilustre por sus talentos posee superior probabilidad de ser atendido por la mujer; de suerte que, si ésta no se enamora, es difícil la excusa. Tal es el caso del grande hombre, que generalmente goza de luminosa notoriedad. El despego que hacia él siente el sexo femenino debe, pues, ser multiplicado por este importante factor. La mujer desdeña al grande hombre concienzudamente, y no por azar o descuido.
Desde el punto de vista de la selección humana, este hecho significa que la mujer no colabora con su preferencia sentimental en el perfeccionamiento de la especie, al menos en el sentido que los hombres atribuimos a éste. Tiende más bien a eliminar los individuos mejores, masculinamente hablando, a los que innovan y emprenden altas empresas, y manifiesta un decidido entusiasmo por la mediocridad. Cuando se ha pasado buena porción de la vida con la pupila alerta, observando el ir y venir de la mujer, no es fácil hacerse ilusiones sobre la norma de sus preferencias. Todo el buen deseo que a veces muestra de exaltarse por los hombres óptimos suele fracasar tristemente, y, en cambio, se le ve nadar a gusto, como en su elemento, cuando circula entre hombres mediocres.
Este es el hecho que la observación apronta; mas no se crea que al formularlo va inclusa una censura al carácter normal de la mujer. Repito que los propósitos de la Naturaleza quedan superlativamente arcanos. ¿Quién sabe si a la postre conviene este despego de la mujer hacia lo mejor? Tal vez su papel en la mecánica de la historia es ser una fuerza retardataria frente a la turbulenta inquietud, al afán de cambio y avance que brota del alma masculina. Ello es que, tomando la cuestión con su más amplio horizonte y como zoológicamente, la tendencia general de los fervores femeninos parece resuelta a mantener la especie dentro de límites mediocres, a evitar la selección en el sentido de lo óptimo, a procurar que el hombre no llegue nunca a ser semidiós o arcángel."

Ortega y Gasset- "Estudios sobre el amor"

 

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