¿Feliz día de qué?
10:30 am El desagradecido despertador martilla tu hipotálamo, recordándote que debes levantarte para tu antepenúltima jornada de clases. Tu misión: hacer una entrevista que tienes que entregar mañana; ir a la caja y enfrentar 1000 trámites burocráticos para hacer una simple pregunta que te facilite el trámite 1001, y asistir a la impelable consulta odontológica mensual. Todo ello en compañía de tu hermana, postadolescente. Lo piensas y maldices.
11:20 am Sales de tu casa; el día esta lechoso, pesado, nuboso. Desde la flamante Terios 2006 hasta la renqueante Caribe 442 que pasa por la avenida te moja los ruedos del pantalón al pisar los charcos del día anterior. Un taxista con cara de poco dormir se niega a hacer una carrera hasta la Universidad. Maldices al del Volkswagen, al de la Caribe y al taxista. Cuando por fin consigues una carcacha de esas a las que le suena todo menos los pedales, te das cuenta de que tienes que pedirle al cartujo taxista que recorra en 5 minutos una distancia en la que sueles tardar 45. Intentas hacerlo con la mayor discrecionalidad, y con la intención de un comentario al aire. Suspiras y dices, observando displiscentemente el reloj: "Voy tarde". El cartujo se limita a ignorar el comentario. Maldices.
Finalmente, llegas a la Universidad. Un inusual color rojo pasión/rosa fresa/azul bebé/blanco peluche te agobia por doquier. Te sientes perseguido. No sabes qué ocurre. Mientras corres, maldiciendo, al otro extremo del campus, donde en teoría te encontrarás con tu entrevistado, salpicones kitsch de turquesa, rosa y tornasol cachetean tus córneas.
Jadeando y maldiciendo llegas a la oficina. Está cerrada; vuelves a maldecir. No abrirán sino hasta dentro de dos horas, justo cuando tienes que entrar a la cita médica, que te impedirá ver hoy a la única razón por la que no has renunciado a tu pasantía malpagada.
No dejas de maldecir mientras llegas a la cola para comprar un madrugador almuerzo: "Debí pararme más temprano, quién me manda a venirme con mi hermana, ahora cuándo &%$(%/& podré hacer esa entrevista, me van a clavar en la cochina materia..."
-¡SEÑOR, FELIZ DÍA!- una estridente voz de dependienta te despierta de tus cavilaciones. Distraído piensas "¿Día de qué?", mientras agradeces y haces tu pedido.
Súbitamente recuerdas ¡Ah, hoy es 14 de febrero! y por tu memoria pasa en un segundo toda la mañana de un día lechoso, pesado, nuboso, pero coloreada de rosa y turquesa kistch, en el que un estridente despertador taladra tu hipotálamo, no puedes hacer una entrevista en tu antepenúltima jornada de clases, tienes que hacer 1001 trámites burocráticos y la inevitable cita con tu ortodoncista te impedirá estar cerca de la única persona con la que valdría la pena pasar esa fecha, aunque quizás nunca lo sabrá.
¿¡ACASO HAY ALGO QUE CELEBRAR EL 14 DE FEBRERO!?
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